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La solución fácil

Pasó la tangana del domingo, pasaron las sanciones, y luego de que el debate derivara desde la violencia endémica del fútbol hasta las aptitudes boxísticas de Andújar, ahora la discusión estará centrada unos días más en si son justas o no. ¿Ocho fechas es mucho, propio de un criminal? ¿Es poco? ¿Debieron ir, efectivamente, presos? ¿Faltaron jugadores en la lista? ¿Perjudicaron a Gimnasia?

Una vez más, desde los medios y desde las mesas de los bares llegarán las declamaciones morales elevadas, los discursos altisonantes. Y, una vez más, perderemos la oportunidad de hablar de los temas importantes: porque AFA, Seguridad, Aprevide, todos, después de grandes declamaciones de reforma, hicieron la fácil y les metieron sanciones sin antecedentes (si es justa o exagerada, no es una discusión que le interese a este texto) a 14 jugadores.

1de2En el fragor de la opinión urgente, muchos repitieron como un mantra esta semana que “estas actitudes ensucian nuestro fútbol”. Lo dijeron no solo periodistas, sino, incluso, el ministerio de Seguridad, instigando a las autoridades de AFA a tomar medidas ejemplificadoras. Aprevide, el organismo estatal encargado de la seguridad deportiva en la Provincia de Buenos Aires, directamente operó sobre esa presunción, prohibiendo a jugadores de Estudiantes y Gimnasia la concurrencia a espectáculos deportivos.

¡Aprevide! La institución que privilegia echar a la mitad del público antes que hacer lo que tienen que hacer (un operativo de seguridad), cuyo antecesor, el infame Coprosede, estaba directamente sospechado de facilitar la violencia en el fútbol. A juzgar por la eficacia del Aprevide, si no son facilitadores, son directamente ineptos.

Aprevide, por ejemplo, no pudo evitar que ingresen banderas de Estudiantes a la tribuna de Gimnasia, una provocación de las que termina mal y que suspendió el clásico en dos oportunidades (la policía, además, no ingresó a las tribunas a impedir el despliegue de banderas, pero tampoco hizo nada dentro del campo cuando estalló la descomunal batahola).

Banderas que habían sido robadas en las playas de Mardel: las fuerzas policiales de la Provincia no pudieron hacer nada para evitar los ilícitos (de hecho, un banderazo tripero terminó con detenidos y un grupo de hinchas robó un auto). No eran las fuerzas federales del ministerio de Seguridad, claro: esas estuvieron varias semanas hasta atrapar a tres prófugos debido a los gravísimos problemas de corrupción interna que las carcomen. Ambas instituciones, sin embargo, sintieron que tenían la potestad de juzgar a los jugadores: de paso, circunscribieron disimuladamente la violencia en el fútbol a lo que ocurre dentro de la cancha, haciendose los disimulados sobre todo lo que rodeó al partido, y lo que rodea, siempre, al fútbol argentino.

Aprevide prohibió también a Gimnasia de realizar espectáculos deportivos con público por dos fechas: otra del mundo del revés, donde los clubes pagan, obligados, un operativo de seguridad (si no pagan, no hay espectáculo) que además es absolutamente inflado (mil policías para partidos sin público visitante), y cuando el operativo falla… ¡se sanciona a los clubes! Todo, en el nombre de disuadir a los hinchas de realizar desmanes, porque, en definitiva, si se portan mal, pagan sus clubes. (Ahora, en buena hora, los operativos los pagará el Estado: una opción para desactivar la connivencia entre policías, dirigentes y barras).

AFA, Aprevide y Seguridad son los tres organismos que empujaron para que la agenda mediática se centre en los jugadores: ahora, ¿qué hicieron estos tres organismos para evitar la violencia en el fútbol antes y después de los eventos del domingo? Hay hinchas filmados con banderas, hinchas que robaron esos trapos, como ha ocurrido ante cada hecho de violencia registrado: pero nada se ha hecho para apresarlos. Nada, excepto echar al público visitante de las canchas, o gastar millones en el fallido AFA Plus.

No vendamos humo, entonces, sumándonos a la indignación general, que las cúpulas del poder intentan tranquilizar con la lógica del correccional: van presos 14, gran tapa de diario que demuestra que hay justicia y que los responsables se tomaron en serio su trabajo; ergo, se terminó el problema.

Y así, nada cambia. Y el fútbol sigue siendo feo y estando enfermo, porque no son los futbolistas con sus conductas antideportivas los que lo afean: lo afean los barras, la corrupción sistemática, el vaciamiento que produce malos espectáculos, la crisis del país que provoca la fuga de talento, la injusticia que imparten desde los árbitros hasta el propio Tribunal de Disciplina; lo afea, profundamente, la sensación de que nunca se soluciona nada, y de que siempre son los desamparados los que pagan, los chivos expiatorios.

2de2Pagan los jugadores (culpables sin dudas de inconducta que debe ser sancionada) por un problema que los excede largamente: son los chicos del poster, utilizados como ejemplos de una política de cero tolerancia que, cuando pase la tormenta, tampoco será la política imperante. Paga Gimnasia, sancionado tras los eventos del domingo por la misma cantidad de fechas por mostrar banderas que un equipo que tiró gas pimienta. Pagan, también, los hinchas, que no pueden ir a la cancha del otro, que son manoseados en el estadio propio mientras a su lado ingresan con bengalas y armas de fuego saludando al comisario.

Lo dijo un mago, y no fue Capria: llegó el momento de elegir entre lo que es fácil, y lo que es correcto. Las declamaciones facilistas de indignación desde los organismos oficiales llevaron a una sanción estruendosa (insisto, si es justa o exagerada no interesa: está claro que debían ser sancionados) que será tapa de todos los diarios, pero no llevaron a ninguna medida profunda para paliar el problema de la violencia en el fútbol. Los jugadores, que a lo sumo son el síntoma de un fútbol enfermo (pero recuerden que en el fútbol “sano” también hay tanganas), son tratados como la enfermedad. Y la enfermedad persevera infectando cada vez más al fútbol nuestro.

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  1. El articulo propone una veta importante, la desigualdad de las responsabilidades institucionales respecto de las individuales, representadas en este caso por los jugadores. Estoy de acuerdo con esto, pero creo que vale la pena acercarnos aun mas a lo institucional, criticarlo mas duramente y en tal sentido hacer un análisis del fútbol desde lo institucional y sistemático por medio del cual la violencia se ejerce contra los actores del fútbol, es decir aquellos debajo de las autoridades y el poder que controla los aspectos del fútbol.
    Esto de ninguna manera delega las responsabilidades que le caben a los jugadores. Entiendo que este articulo no atina a dicho desentendimiento. Sin embargo, creo que solo ataca lo superficial de esa estructura. Creo que una posible pregunta es ¿Como las instituciones del fútbol (¿cuales son?¿se puede/debe incluir al estado?) generan/conducen a una forma sistemática de violencia? ¿Por medio de que mecanismos -sociales, de poder, económicos- opera el “fútbol” para generar este grado de violencia? ¿Que hay detrás de estas actuaciones, que representan o a quienes representan? Me parece Sr. Garay que esa es la invitación a la que invoca su articulo, y quedo a sus ordenes, tal vez, para conciliar una respuesta de multiples miradas. Muchas Gracias, Ildefonso Correas Apelanz.

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